domingo, 29 de noviembre de 2015

Caminar, es un tip de belleza intelectual

Caminar, es un tip de belleza intelectual

Este libro me dejo muchas ganas de volver a caminar, tantas, que he regresado a la marcha como una pérdida de peso mental y físico, no es un tip de belleza porque ahora pienso que esto puede ser ensayo, experimentación: acierto o error, no lo sé, pero el resultado será evidente. 

Entonces ahora desde la psiquis, el cuerpo y un ensayo súper interesante sobre la historia sociológica y cultural de la marcha, encuentro tantas respuestas al acto de caminar después de experimentar la inmovilidad.

“La marcha es algunas veces memoria reencontrada, no solamente por el espacio que proporciona a la meditación sobre sí mismo, sino también porque traza un camino que remonta el tiempo y libera más de una reminiscencia. Se acerca a la nostalgia, a la muerte, a la nostalgia. A la tristeza, despierta el tiempo de gracia de un árbol, de una casa, de un río, de una torrente, en ocasiones un rostro envejecido descubierto al dar vuelta en un sendero en la calle....La marcha es un remedio contra la ansiedad y el mal vivir. La fortuna del caminante, en su desasosiego, consiste en continuar haciendo cuerpo con su existencia, en mantener un contacto físico con las cosas."

miércoles, 28 de octubre de 2015

35 años

La mitad de algo más, quizás sea el cumpleaños que más me ha llevado a la reflexión de la vida. ¿Cómo llegó a los 35? (recuento de kilometraje).

- sana y puedo caminar, ser auto sustentable.
- una hija hermosa, súper inteligente y cantadora. 
- con peso demás, estoy en dieta y depuración.
- con una pareja que he forjado como el Herrero, bueno nos seguimos forjando en la templanza y el cambio. 
- tengo padres vivos. 
- una hermana en Japón. 
- primas que quiero y me quieren. 
- con un sueño cumplido ( talleres en comunidad). 
-con definiciones laborales por delante.
- con escritura que necesita salir, dos hijos en busca de padres o madre. 
- un proyecto creciendo a paso acelerado. 
Y amigas. 

Me asusté ante el cumpleaños...el miedo que causa convertirse en la doña es de por sí, ya algo bastante profundo en el inconsciente. Otras ideas me acecharon, como he perdido tanto tiempo en cosas que no me corresponden, luego otras aparecieron, como la mala imagen y el qué dirán.

La sujeción se volvió un monstruo terrible e incontenible, la extrañeza y soledad, la necesidad de la familia y de la tierra que a estas alturas creo que no es algo superable, sino algo con lo que se vive y se comparte. 

Bueno, estaba yo transitando esas tierra incomestibles e inombrables, eso que sólo uno sabe que anda caminado por ahí, con sus obscuros pensamientos y mi marido me voltea a ver con cara de “what". 

Es entonces cuando creo, que a mi marido se le ocurrió organizar una fiesta sorpresa que casi cacho,a la que asistieron dos amigas y su familia. Fue el respiro más profundo que tuve desde hace una semana y digo respiro, porque hacer amistades y no relaciones sociales, para mi son dos cosas muy diferentes.

Creo que a veces uno deja demasiadas cosas en pro de la amistad o más bien caerle bien a alguien, uno cede como una promesa de cariño, uno concede a la atención al otro, sin procurar lo que uno da y otorga de más. 

Creo que la historia comenzó en la necesidad de... Y el sentimiento de extrañeza por los amigos de siempre, los lazos que tengo con algunos pocos amigos como mis primas,Miriam, Albeliz, Paty, Fermin, Carla, Vero, Juan Carlos, algunos más o menos, a lo largo de los años han sido vasos fértiles comunicantes nuestros canales.

Entonces me sentí parada en medio de algo que no logró definir y no me logra definir, dice la canción no soy de aquí ni soy de allá, y es tan cierto, porque hacer tierra es abrirse a la fertilidad de la otredad. Ejercicio difícil, a veces, para mi.

También en la necesidad he tomado malas decisiones y es que una amistad no es la que pide y pide, y no da, ni tampoco la que te ve como intercambio económico por ayuda y menos la que habla de sí misma horas, sino aquella que permite ese intercambio tú y yo ahora, nosotras creando un vínculo (Sí, es mi repaso de primaria).

Así aparecieron las comadrinks en una fiesta VIP íntima y sabrosa d cumpleaños, me sentí tan contenta de ver a mis comadres con su energía, platillos y familia, en una fiesta sorpresa, en casa.

Ahí entre el vino, el cansancio y el cariño vi la realidad en algunas afirmaciones: no soy de aquí ni de allá, pero puedo ser y estar con quién quiera, los orígenes no se olvidan son parte de lo que soy, estoy reconstruyendo mis lazos comunicantes, vivo en una nueva oportunidad y sobre todo me redefinó completamente en la amistad. Las más importante mis raíces son divinas. 

También es cierto que las caídas no pasan sin dejar marcas, lo  difícil de hacer amigos en edad medio madura, es tener miedo a la otredad y las marcas, a veces me pregunto ¿y si es un zombie? Jajaja. Aún así no hay nada mejor que vacunarse y seguir caminado en medio de la multitud hasta encontrar a alguien que parece vacunado y que volteará a vernos, con esa mirada, de: qué bueno, estás aquí....Y no alguien que te ve con ojos de perdido en el camino, que sólo ve una carnada, jajajaja.

La vida es movimiento y eso me lo recuerdo sobre todo en esta etapa de “estabilidad". La vida es movimiento Haydee. La vida es apertura a la creación. La vida es creación constante. La vida es esto que ahora sucede. Haydée vida eres tú y lo que dejas aquí cada día. 




domingo, 4 de octubre de 2015

Asunción y la comida oaxaqueña


A manera de introducción de este retrato social 

Este retrato social decidí a hacerlo sobre mi suegra, la razón para realizar este trabajo de escritura es que he notado que en Oaxaca el vínculo a través de la comida está mucho más vivo que en la gran urbe. En el caso de mi suegra está muy presente dentro de su núcleo familiar y se práctica religiosamente cada fin de semana o cada quince días.

La boda con Carlos en Oaxaca fue sencilla, organizada con tres meses de anticipación, después de mucho titubear respecto a la decisión de casarnos. Me di cuenta que la boda podía llevarse a cabo y  podía ser sencillo el vestido, el juez del registro civil y la fiesta en general, pero lo que no sería sencillo sería la comida. Eso llevaría tiempo.

En este “tomarse el tiempo por la comida” es donde comienza el interés por intentar comprender como una persona establece vínculos a través de la comida, como la comida puede ser “el acto de cocinar consciente”, también la búsqueda de ingredientes y el estado de éstos es importante. Buscar el ingrediente, recordar la receta, pensar qué platillo puede ser el mejor para tal o cual ocasión.

El trabajo lo dividí en tres partes: Mi estancia en Oaxaca y la relación con la comida de Asunción. La comida de Asunción en contextos especiales y Asunción y la cocina en su vida. Los apartados 1 y 2 los cuento en tercer persona y el tercer apartado lo cuento en primera persona, porque es la parte más íntima del hablante y me parece que merece ser contado así.


Mi estancia en Oaxaca y la relación con la comida de Asunción

Llegué a Oaxaca en el 2012 poco después de casarme, ya para entonces había habitado de diferentes maneras el Estado desde tres años antes, un ir y venir, viajar, conocer, incluso fue el recinto donde assití a más talleres en torno a la escritura.

Asunción, como todas las suegras, me veía con mucha reticencia, me imaginó que esto podría ser común en una mujer cuyo hijo de 38 años se le casa, después de que parecía ser el eterno soltero para siempre de sus tiempos. Un punto en contra fue mi lugar de origen y mis costumbres tan poco convencionales socialmente.

Una vez casados, la dinámica de alguna forma tuvo que cambiar y el rechazo inicial que tuvo hacia mí, me imagino que en un esfuerzo por controlar sus impulsos, finalmente era necesario establecer un lazo de diferente manera, es decir amable.

Los primeros acercamientos familiares con toda la familia de mi esposo es decir, hermanos, cuñadas, sobrinos y sobrinas fue precisamente a través de convocatorias familiares donde todos llegaban a comer.

Los espacios para comer, Asunción los preparaba, ponía el mantel adecuado a la ocasión, los platos de acuerdo. Ella guarda detalles para ocasión: un cumpleaños, navidad, día de muertos, primavera, otoño, invierno, fiestas patrias, candelaria, día de reyes, en fin, es una variedad de decoración la que utiliza durante el año.

Los espacios se construyen con esta decoración desde made in china hasta tapetes bordados y manteles en sintonía,  crea ese espacio de convivencia que se vuelve un ritual. No se comienza de cero, se pone la botana en el centro y   se espera a que todos lleguen a la cita, mientras, chicharrón, queso, aguacate, papas, chapulines, etc. Un copita de mezcal o una cerveza.

La comida comienza cuando ya han llegado todos, más o menos esto tarda una hora, después se abre la comida con sopa aguada, verduras o sopa de guías. Finalmente una ensalada se coloca al centro, si es carne se colocan todos los pedazos de tasajo, chorizo, cecina y a veces la famosa salchicha de Ejutla (lugar de origen de mi suegra) en el centro de la mesa junto con las tortillas y la salsa y se comparten.

A través de este espacio es donde se platican los sucesos, los hermanos se reconocen, los primos juegan, las cuñadas intercambian comentarios, las nietas llegan con sus respectivas parejas y por supuesto que los abuelos se sienten habitados en casa, visitados y queridos.

He aquí todo el círculo que establece mi suegra en una comida habitual y familiar, la preparación y dedicación al menú, para estos momentos, el lugar de las comidas familiares, no es dentro de la casa, es afuera a un costado del jardín en una larga mesa, junto a las jaulas de los pájaros y cerca de la fuente del patio.

Es importante que a través de esta interacción es como la familia se reúne, normalmente coincide con días festivos o de descanso, donde la mayoría puede estar presente. Fuera de estos días, se presenta en situación especiales donde la familia asiste, esto puede ser una boda, un cumpleaños, un bautizo, un aniversario, etc.

Finalmente a través de la asistencia y convivencia a este espacio es como he logrado fortalecer un lazo de cariño con ella y a su vez ella ha establecido es unión con mi hija.

La comida de Asunción en contextos especiales

Cuando nos casamos, planeamos una boda pequeña para unos 150 personas, francamente yo nunca pensé en casarme, nunca pensé en establecer lazos familiares como el matrimonio, por lo que no pensé que invertir en una boda tendría que ser algo lujoso. Sin embargo mi suegra desde el inicio vio la situación de forma muy diferente.

Asunción me demostró con su guiso que todo podía ser sencillo en una boda, menos el menú: mole. Platillo favorito de su hijo, pero curiosamente también mi abuela me lo preparaba y platillo que considera especial para una boda, por algo la gente dice “quiere todo el mole”, es decir, “quiere todo contigo”.

Las personas que asistieron a la boda, quizás no se acuerden de ella como un acto memorable donde hayamos echado la casa por la ventana, porque no lo hicimos (risas), pero sí recuerdan el mole.

Para guisar el mole siguió algunos pasos que a través de este ejercicio me confesó que se deben hacer para que la comida quede bien rica y cocinada. Ella fue a buscar el pollo días antes, tenía que estar fresco y llenito, las pechugas redondas, después me dijo que el mole lo hizo con dos caldos uno de res y otro de pollo que dejo reposando un día antes.

El mero día de la boda preparo el mole, con el caldo de res y el de pollo, dice que dio muchas vueltas al mole en la olla, hasta que ya había quedado como una pasta uniforma y medio espesa. Agregó algunos otros ingredientes como un poco de chocolate y otras especies que no me dijo.

Para ese día también preparó un arroz de hierbabuena, con la hierba fresca y olorosa, que todo mundo recordó por su aroma, también preparó una deliciosa botana oaxaqueña de tacos con carne, chile relleno, salchicha oaxaqueña, quesillo y guacamole.

El mole para ella fue la expresión de cariño a su hijo, así de sencillo y amoroso fue el suceso, dice que le dio más de 50 vueltas a la olla y que en cada vuelta pensaba diferentes cosas.

No me pareció extraño que el vínculo sea de esta manera, ella es una persona que no expresa mucho cariño, busca otras vías para demostrar su afecto. No me extrañó que mi suegra, generara este vínculo emocional a través de la comida y las grandes porciones.

De ser extranjera, entré a un núcleo íntimo en el Estado de Oaxaca, una familia donde existe una conformación por “padre y madre”, ciertamente tradicional, es decir, católica, panista, conservadores de tradiciones, donde la familia siempre será lo primero de lo primero.

Con las comidas de mi suegra comencé a recorrer una serie de platillos tradicionales como coloradito, guías, verde, empanadas de amarillo, mole rojo, mole negro, chilaquiles, pozole, carnitas, gelatinas con fruta natural, pan de sierra y café cosechadito de Pluma Hidalgo.

Las personas oaxaqueñas desde mi perspectiva cultivan el ritual de la comida, las memelas, empanadas por la mañana, sopa de guías por la tarde, con guisado típicamente oaxaqueño o una botana, y por la noche una memela.

La comida se vuelve ese espacio de convivencia, tarde familiar donde se puede platicar, conversar los últimos chistes, cambios en la familia, los nietos juegan y sociabilizan, la comida es abundante.

 Mi suegra procura que la sobremesa sea de más de dos horas y la botana es de una hora antes de la comida, pensaría que estos dos momentos son los indispensables, el inicio para reconocerse y el final para despedirse. Por ahí dicen que las despedidas son largas y esto es un claro ejemplo de un largo hasta luego.  

En este tiempo post comida se cuenta de todo, se toma mezcal. La bebida en este núcleo familiar también es importante, porque se bebe copa de mezcal, café de grano y agua de chía, piña o limón. Limones caídos del árbol de la casa de mi suegra, donde ellos recolectan la cosecha.

El hábito de plantar árboles frutales o de algún tipo de verdura, es una tradición adoptada de mi suegra de su pueblo Ejutla y del pueblo de mi suegro Pluma Hidalgo, por eso su medio hermano cada semana que viene a Oaxaca le trae café fresco de allá y a  mi suegra le gusta cortar plantas o especies de su jardín para cocinar.
  

Asunción y la cocina en su vida


Comencé a cocinar desde los 8 años,  tuve que hacerlo porque mi padre se enfermó de cáncer. Mi madre se iba a Oaxaca a cuidarlo. Me quedaba con mis hermanos y hermanas, dentro de las labores de mi casa me tocaba hacer de cocinar pero yo no sabía hacerlo, algunas cosas las había observado de mi madre.

Mis hermanas aunque eran mayores se rehusaban a hacerlo, algunas cosas en el fuego alto las hacían ellas, así que en este acercamiento poco a poco fui preparando los platillos, entonces para no olvidar cómo se hacían las cosas, yo ya sabía leer y escribir, así que iba apuntando los pasos.

Entonces descubrí la cocina por obligación y experimentación, tuve que hacer de comer para mis hermanos porque mis hermanas no sabían hacerlo, fui la quinta de seis hermanos y la más chica de las mujeres.

Cuando la situación de mi madre fue insostenible, tuvimos que mudarnos a Oaxaca, ahí estuvimos viviendo en un terreno prestado, fueron tiempo difíciles entonces me acerqué a mi mamá para aprender a hacer de comer, cada receta la anotaba para que no olvidará los ingredientes.

La cocina fue como algo donde olvidaba mis problemas, a mis hermanas no les gustaba, en cambio yo me sentía bien haciendo de comer, después el tiempo fue pasando, me aferré a estudiar y mis obligaciones fueron la escuela y la cocina. En el colegio conocí a Alfonso (su esposo) quien me conquistó porque me ayudaba con las tareas.

Es bueno que preguntes estas cosas, porque a veces uno piensa que la gente siempre estuvo en esta situación y no es cierto, cuando nos casamos Alfonso y yo el primer año nos fuimos a Tuxtepec, ahí lavaba ajeno, fueron tiempo muy difíciles yo me enfermé hasta que nos regresamos porque no aguantaba la nostalgia y vivir así, mi madre cuando le hablaba me preguntaba que si estaba bien, yo le decía que sí, qué más podía decirle, ella ya tenía suficiente.

Después me ofrecieron trabajo en la oficina del gobernador por recomendación de la directora, porque fui una de las alumnas con mejor taquigrafía, me gustaba mucho escribir, era buena. Alfonso me dijo que que iba hacer allá y yo también como que no quería estar ahí. En ese tiempo hice gelatinas, vendí avon, toper, mientras Alfonso se iba porque en su trabajo viajaba mucho y casi no estaba en casa, yo cuidaba a la casa y los hijos.

Desde antes ya tenía la idea de tener un negocio, logramos juntar un poco de dinero y rentamos un local en el mercado y pusimos una carnicería como mis hermanos, eso nos dejó dinero. Pero finalmente cerramos y las cosas no salieron como pensamos, aun así yo seguía teniendo el sueño de poner un restaurante.

Finalmente, una comadre nos prestó su terreno y ahí pudimos montar un restaurante por mutuo acuerdo, entonces me puse a cocinar, fue un tiempo de mucho trabajo, nuestra situación monetaria mejoró, toda la familia trabajaba y logramos mandar a los hijos a estudiar.

La comadre nos pidió su local y por mutuo acuerdo hicimos repartición, ella después siguió con el negocio, yo sentí que quería algo propio, pasamos meses sin trabajar, comenzamos a buscar un lugar, pero yo ya no quería pagar renta porque iba a pasar lo mismo y no quería que fuera trabajo al vacío.


Así un día caminando por el centro encontramos el lugar donde está ahora el restaurante Los Compadres, lo rentamos, con muchas condiciones y dificultades, porque ahí en un cuarto, vivía la mamá de los hijos y la señora no quería que hicieran cambios al local, pero estaba muy muy descuidado. Hicimos un esfuerzo en recuperarlo poco a poco y después pedimos que lo vendieran, lo cual era un problema porque el lugar estaba intestado.

Los abogados tardaron meses en lograr un acuerdo porque de los cinco hijos, dos no querían vender y eso era un problema, para resolverlo uno de ellos nos pidió nuestro coche, se lo dimos y la segunda hija finalmente cedió, una vez otorgada la propiedad, pedimos que la señora no viviera más ahí. Así logramos tener un lugar: pedimos prestado al banco, sacamos ahorros de todos, fue un tiempo difícil, pero finalmente lo logramos.

El restaurante Los Compadres era un sueño hecho realidad, ya tenía un negocio y la libertad económica, fuimos pioneros en restaurantes campestres en incluir botana, eran mares de personas las que pasaban por ahí, fueron tiempos abundantes y yo me sentía muy contenta en la cocina.


La cocina pues ha sido mi vida, nos ha sostenido, nos ha dado de comer y nos ha hecho crecer como familia, desde chica para mí fue el lugar donde me sentía bien, por eso me gusta cocinar para quienes quiero.


viernes, 18 de septiembre de 2015

Ejercicio. Revertir un insulto "Egoísta"


En diferentes momentos de mi vida me han dicho egoísta, me han señalado  por no compartir, dar como los demás esperan que lo haga, por no ser como ellos esperan que sea y al final por no definirme dentro del contorno de un grupo social.

Y… ¿por qué habría de hacerlo? ¿Por qué tendría que compartir información o dar mi trabajo  como ellos esperan? ¿Por qué habría de hacer determinadas cosas para tener su amistad?  (a menos que el contexto sea laboral y así me lo requiera, lo hago con todo gusto). Todo producto de mi intelectualidad son frutos y soy responsable de toda semilla plantada en mi mundo social.

Si algo he aprendido con los años, es que los mejores amigos, quienes han estado en la buenas y en las peores, son los principales en aceptarme como soy, en respetar mis límites, en compartir con reciprocidad lo más importante: no juzgar.

Entonces, la vida vuelve a ponerme como hace diez años en situaciones similares, a las que respondí de forma abrupta sin comprender por qué lo hacía de esa manera. Ahora adulta, con más experiencia, logro internalizar y construir un razonamiento de mi comportamiento social desde la construcción interna de quién soy.

¿Por qué como boomerang me vuelvo a encontrar en la necesidad de hacer cosas para ser aceptada?

Esta pregunta me he hecho al volver a encontrar razones diferentes desde que habito Oaxaca.  Quizás porque dejé mi lugar de origen y llegue a una nueva comunidad que me pide determinadas cosas para pertenecer, que está acostumbrada al tequio, paros y hacerlo todo en “bola”.
Algunos de estos puntos comparto sobre todo cuando se trata del bien común, pero definitivamente no en todos los casos me parecen funcionales y que vayan de acuerdo a mis propósitos.

Recuerdo un largo viaje que hice por Asia en el camino encontré la libertad para decidir quien quería ser, me tomé la libertad de observar, participar o ser indiferente, de reflexionar, tomar y dejar, fusionar ideas y experiencias. Ya no importo  ser o pertenecer o tener que dar algo para quedar bien, aprendí a reconocer mis intereses y los de lo demás y comprendí que la amistad y empatía tiene un trasfondo más allá de sociabilidad. A veces hasta llegue a pensarlas como un regalo divino.


Las formas sociales sirven para mantener ese orden, esas relaciones de trabajo y sobrevivencia, sin embargo nadie está obligado a hacer algo por otro (triste realidad). Esta es la pura verdad, todo acto de generosidad es volitivo y yo estoy cansada de hacer lo que otros quieren para ser aceptada como una obligación, sobretodo cuando en el fondo yo sé que no me interesa ser aceptada por alguien (lo más curioso). Ni a ellos les importa mi persona.


¿Qué sí me importa? Sí, valoro el reconocimiento y acercamiento de alguien, como una forma genuina de querer compartir, he aprendido a respetar los espacios vitales de las personas, compartir cada vez que hay posibilidades, pero a la fuerza pues ni los calzones entran, decía mi abuela y si te los pones seguro te van a incomodar todo el día, por eso, mejor no.

Así que en este reversión insultiva que estoy haciendo a través de este escrito reflexivo, (incluso  puedo pensar que este insulto, me ha cerrado puertas). Por fin, me siento libre y puedo dejar de cargar el estigma “egoísta” porque tengo la libertad de elegir con quien comparto mi generosidad, mi historia, trabajo y fortaleza.  Esto me abre la posibilidad de encontrar mi nicho amistoso en Oaxaca, porque no soy oaxaqueña y no lo seré, eso me queda claro todos los días.



La provincia mexicana en todas su presentaciones me parece difícil socialmente, con daños que poco a poco se van curando en nuestro imaginario colectivo producto de tantos años de conquista española. Con esto quiero decir, que no tengo nada contra el pueblo Oaxaqueño, en su versión más romántica y generosa existe la Guelaguetza; sin embargo me opongo a perpetuar formas sociales de sumisión, de matriarcado o patriarcado o sea de puro ejercicio de poder, de irreflexión y sobretodo de fomentar relaciones con personas que no se esfuerzan en su trabajo cotidiano para construirse día a día.

No todo es un tequio constante, no todo es un paro de labores o cerrar o bloquear una calle, no todo se hace en comunidad y tampoco se vale mantener a parásitos que no quieren esforzarse, estas virtudes del pueblo oaxaqueño en su máximo esplendor se vuelven su peor defecto social y su mayor obstáculo a vencer todos los días, ellos mismos son su propio enemigo (aclaro con el paréntesis más largo, que cerrará este escrito, no todo oaxaqueño es de esta forma de ser, existen personas brillantes y disciplinadas, amorosas y entregadas que se atreven a salir de su propio margen provincial).



domingo, 13 de septiembre de 2015

Ejercicio socioantropológico “Tres palabras que me definen: familia, música, espacios”

Ejercicio socioantropológico “Tres palabras que me definen: familia, música, espacios”


El eje fundamental de mi vida durante diferentes etapas ha sido la familia de origen. Ésta es la que me ha definido quien soy y de dónde vengo. Es mi clan, me apoya en todo momento, ama y afirma mis decisiones aunque no precisamente esté de acuerdo conmigo en todo lo que elijo. Actualmente mi segunda familia, la que he elegido formalmente, por así decirlo, se ha vuelto mi sustento y cariño cotidiano, mi esfera donde descanso y me siento tranquila antes de volver a salir al camino en la calle. 



Dentro de este gran espacio, hay diferentes espacios donde se crean las individualidades, aunque pasamos tiempo juntos, también procuramos habitar los espacios individuales que nos construyen. Personalmente amo mi tiempo libre disfruto mucho escuchar música, me encanta ir a trabajar con jazz, leer con Bjork y bañarme con Nina Simone. Escribo y trabajo con música es mi metaespacio.

Cuando comparto ducha con mi hija, entonces cambio la melodía, a “Mi muñeca me habló” de 31 minutos que se repite hasta el final de la ducha y ella entre palabras cortadas disfruta cantarla mientras se baña. La familia es pues ese gran espacio que alberga muchos otros espacios como los amigos, quienes nos visitan en casa habitualmente, algunos con hijos otros sin hijos. Nuestras reuniones espaciales de vez en cuando rompen nuestra cotidianidad para recibir amigos y escuchar música, beber, comer, hablar de un buen libro, opinar sobre lo que sucede actualmente, hablar de nuestros sueños o a veces, si se puede terminar en el bar o en una fuga solitaria al cine. 


 Los viajes son espacios esenciales durante el año, para ver a la familia, los amigos lejanos, los primos, alguna construcción como la torre latino que me gusta habitar para observar desde lo alto a la ciudad, espacios llenos de vida pasada conocida como recuerdos, voces y rostros. Viajes también para reencontrar aire nuevo, espacios para admirar y recordar. Viajes para conquistar nuevos espacios, claro, siempre con una larga lista de reproducción para el camino, un meta-espacio portátil como un buen libro. Así que cuando pienso en algún recuerdo, una música de fondo me define y las personas que me rodean me definen dentro un contorno musical colectivo. Por ejemplo, en la universidad fueron Los Cadillacs, Silvio Rodríguez, Los de abajo conciertos masi-
vos, encuentros ,reuniones, vida nocturna siempre 
casados con las ideas de “izquierda” y “bohemias”. 


 La música ha sido un meta espacio, reflejado en la poesía y la danza. Después de terminar la universidad aprendí baile tradicional hindú y disfruto tanto de un concierto de sitar, como de escuchar canto tradicional. La música hindú me llevó a viajar durante largo tiempo, con el único objetivo de aprender danza y música y sentir mi ritmo. En ese largo viaje encontré a la poesía como una amiga de la danza como la música de mis propias palabras y pensamientos, como la reflexión compartida sin lugar ni tiempo. Me dio compañeras de palabra, amigas, enemigas, para enseñarme que finalmente la poesía es más que un círculo cultural o relaciones de complicidad. 

 La poesía es tener algo que sentir tan en el fondo, tan adentro que sólo la belleza del lenguaje puede expresar ese éxtasis, agradecimiento, dolor, encuentro. En esos sentimientos tan básicos encontré que la música se hace lenguaje y que mi música era cercana a la de un niño o niña, ahí he encontrado tantos espacios, meta-espacios que me siento profundamente agradecida por ser quien soy y escribir para niños. 


Pocos son mis espacios humanos de confianza, los que he construido tienen años a mi lado como los viejos amigos incambiables. Soy desconfiada, comparto cuando siento y veo congruencia, cuando comparto música y el acercamiento es no pretende sacar algo de mí: dinero, relaciones, trabajo. Cuando encuentro a alguien con quien hago ese clic de flujo de palabras, intereses, sentimientos, me vuelvo niña con una nueva amiga o amigo que entra a mi espacio a compartir sus juguetes. 



Otra música en la que he aprendido a definirme con más tacto, es el silencio, porque ahí escucho a los pájaros, tesituras. El jardín que ha construido mi esposo, es el espacio que más me gusta habitar y a él cuidar. Ahí acompaño a mi hija en sus juegos, mientras a veces sólo observo en quien me he convertido.