A
manera de introducción de este retrato social
Este retrato social decidí a hacerlo
sobre mi suegra, la razón para realizar este trabajo de escritura es que he
notado que en Oaxaca el vínculo a través de la comida está mucho más vivo que
en la gran urbe. En el caso de mi suegra está muy presente dentro de su núcleo
familiar y se práctica religiosamente cada fin de semana o cada quince días.
La boda con Carlos en Oaxaca fue sencilla,
organizada con tres meses de anticipación, después de mucho titubear respecto a
la decisión de casarnos. Me di cuenta que la boda podía llevarse a cabo y podía ser sencillo el vestido, el juez
del registro civil y la fiesta en general, pero lo que no sería sencillo sería
la comida. Eso llevaría tiempo.
En este “tomarse el tiempo por la
comida” es donde comienza el interés por intentar comprender como una persona
establece vínculos a través de la comida, como la comida puede ser “el acto de
cocinar consciente”, también la búsqueda de ingredientes y el estado de éstos es
importante. Buscar el ingrediente, recordar la receta, pensar qué platillo
puede ser el mejor para tal o cual ocasión.
El trabajo lo dividí en tres partes:
Mi estancia en Oaxaca y la relación con la comida de Asunción. La comida de
Asunción en contextos especiales y Asunción y la cocina en su vida. Los
apartados 1 y 2 los cuento en tercer persona y el tercer apartado lo cuento en
primera persona, porque es la parte más íntima del hablante y me parece que
merece ser contado así.
Mi estancia en Oaxaca y la relación con la comida de
Asunción
Llegué a Oaxaca en el 2012 poco
después de casarme, ya para entonces había habitado de diferentes maneras el
Estado desde tres años antes, un ir y venir, viajar, conocer, incluso fue el
recinto donde assití a más talleres en torno a la escritura.
Asunción, como todas las suegras, me
veía con mucha reticencia, me imaginó que esto podría ser común en una mujer
cuyo hijo de 38 años se le casa, después de que parecía ser el eterno soltero
para siempre de sus tiempos. Un punto en contra fue mi lugar de origen y mis
costumbres tan poco convencionales socialmente.
Una vez casados, la dinámica de alguna
forma tuvo que cambiar y el rechazo inicial que tuvo hacia mí, me imagino que
en un esfuerzo por controlar sus impulsos, finalmente era necesario establecer
un lazo de diferente manera, es decir amable.
Los primeros acercamientos familiares
con toda la familia de mi esposo es decir, hermanos, cuñadas, sobrinos y
sobrinas fue precisamente a través de convocatorias familiares donde todos
llegaban a comer.
Los espacios para comer, Asunción los
preparaba, ponía el mantel adecuado a la ocasión, los platos de acuerdo. Ella
guarda detalles para ocasión: un cumpleaños, navidad, día de muertos,
primavera, otoño, invierno, fiestas patrias, candelaria, día de reyes, en fin,
es una variedad de decoración la que utiliza durante el año.
Los espacios se construyen con esta
decoración desde made in china hasta
tapetes bordados y manteles en sintonía,
crea ese espacio de convivencia que se vuelve un ritual. No se comienza
de cero, se pone la botana en el centro y
se espera a que todos lleguen a la
cita, mientras, chicharrón, queso, aguacate, papas, chapulines, etc. Un copita
de mezcal o una cerveza.
La comida comienza cuando ya han
llegado todos, más o menos esto tarda una hora, después se abre la comida con
sopa aguada, verduras o sopa de guías. Finalmente una ensalada se coloca al
centro, si es carne se colocan todos los pedazos de tasajo, chorizo, cecina y a
veces la famosa salchicha de Ejutla (lugar de origen de mi suegra) en el centro
de la mesa junto con las tortillas y la salsa y se comparten.
A través de este espacio es donde se
platican los sucesos, los hermanos se reconocen, los primos juegan, las cuñadas
intercambian comentarios, las nietas llegan con sus respectivas parejas y por
supuesto que los abuelos se sienten habitados en casa, visitados y queridos.
He aquí todo el círculo que establece
mi suegra en una comida habitual y familiar, la preparación y dedicación al menú, para estos momentos, el lugar de las comidas familiares, no es dentro de la casa, es afuera a un
costado del jardín en una larga mesa, junto a las jaulas de los pájaros y cerca de la fuente del patio.
Es importante que a través de esta
interacción es como la familia se reúne, normalmente coincide con días festivos
o de descanso, donde la mayoría puede estar presente. Fuera de estos días, se
presenta en situación especiales donde la familia asiste, esto puede ser una
boda, un cumpleaños, un bautizo, un aniversario, etc.
Finalmente a través de la asistencia y
convivencia a este espacio es como he logrado fortalecer un lazo de cariño con
ella y a su vez ella ha establecido es unión con mi hija.
La comida de Asunción en contextos especiales
Cuando nos casamos, planeamos una boda
pequeña para unos 150 personas, francamente yo nunca pensé en casarme, nunca
pensé en establecer lazos familiares como el matrimonio, por lo que no pensé
que invertir en una boda tendría que ser algo lujoso. Sin embargo mi suegra
desde el inicio vio la situación de forma muy diferente.
Asunción me demostró con su guiso que
todo podía ser sencillo en una boda, menos el menú: mole. Platillo favorito de
su hijo, pero curiosamente también mi abuela me lo preparaba y platillo que
considera especial para una boda, por algo la gente dice “quiere todo el mole”,
es decir, “quiere todo contigo”.
Las personas que asistieron a la boda,
quizás no se acuerden de ella como un acto memorable donde hayamos echado la
casa por la ventana, porque no lo hicimos (risas), pero sí recuerdan el mole.
Para guisar el mole siguió algunos
pasos que a través de este ejercicio me confesó que se deben hacer para que la
comida quede bien rica y cocinada. Ella fue a buscar el pollo días antes, tenía
que estar fresco y llenito, las pechugas redondas, después me dijo que el mole
lo hizo con dos caldos uno de res y otro de pollo que dejo reposando un día
antes.
El mero día de la boda preparo el
mole, con el caldo de res y el de pollo, dice que dio muchas vueltas al mole en
la olla, hasta que ya había quedado como una pasta uniforma y medio espesa.
Agregó algunos otros ingredientes como un poco de chocolate y otras especies
que no me dijo.
Para ese día también preparó un arroz
de hierbabuena, con la hierba fresca y olorosa, que todo mundo recordó por su
aroma, también preparó una deliciosa botana oaxaqueña de tacos con carne, chile
relleno, salchicha oaxaqueña, quesillo y guacamole.
El mole para ella fue la expresión de
cariño a su hijo, así de sencillo y amoroso fue el suceso, dice que le dio más
de 50 vueltas a la olla y que en cada vuelta pensaba diferentes cosas.
No me pareció extraño que el vínculo
sea de esta manera, ella es una persona que no expresa mucho cariño, busca otras
vías para demostrar su afecto. No me extrañó que mi suegra, generara este
vínculo emocional a través de la comida y las grandes porciones.
De ser extranjera, entré a un núcleo
íntimo en el Estado de Oaxaca, una familia donde existe una conformación por “padre
y madre”, ciertamente tradicional, es decir, católica, panista, conservadores
de tradiciones, donde la familia siempre será lo primero de lo primero.
Con las comidas de mi suegra comencé a
recorrer una serie de platillos tradicionales como coloradito, guías, verde,
empanadas de amarillo, mole rojo, mole negro, chilaquiles, pozole, carnitas,
gelatinas con fruta natural, pan de sierra y café cosechadito de Pluma Hidalgo.
Las personas oaxaqueñas desde mi
perspectiva cultivan el ritual de la comida, las memelas, empanadas por la
mañana, sopa de guías por la tarde, con guisado típicamente oaxaqueño o una
botana, y por la noche una memela.
La comida se vuelve ese espacio de convivencia,
tarde familiar donde se puede platicar, conversar los últimos chistes, cambios
en la familia, los nietos juegan y sociabilizan, la comida es abundante.
Mi suegra procura que la sobremesa sea de más
de dos horas y la botana es de una hora antes de la comida, pensaría que estos
dos momentos son los indispensables, el inicio para reconocerse y el final para
despedirse. Por ahí dicen que las despedidas son largas y esto es un claro
ejemplo de un largo hasta luego.
En este tiempo post comida se cuenta
de todo, se toma mezcal. La bebida en este núcleo familiar también es
importante, porque se bebe copa de mezcal, café de grano y agua de chía, piña o
limón. Limones caídos del árbol de la casa de mi suegra, donde ellos recolectan
la cosecha.
El hábito de plantar árboles frutales
o de algún tipo de verdura, es una tradición adoptada de mi suegra de su pueblo
Ejutla y del pueblo de mi suegro Pluma Hidalgo, por eso su medio hermano cada
semana que viene a Oaxaca le trae café fresco de allá y a mi suegra le gusta cortar plantas o especies
de su jardín para cocinar.
Asunción y la cocina en su vida
Comencé a cocinar desde los 8
años, tuve que hacerlo porque mi padre se
enfermó de cáncer. Mi madre se iba a Oaxaca a cuidarlo. Me quedaba con mis
hermanos y hermanas, dentro de las labores de mi casa me tocaba hacer de
cocinar pero yo no sabía hacerlo, algunas cosas las había observado de mi madre.
Mis hermanas aunque eran mayores se
rehusaban a hacerlo, algunas cosas en el fuego alto las hacían ellas, así que
en este acercamiento poco a poco fui preparando los platillos, entonces para no
olvidar cómo se hacían las cosas, yo ya sabía leer y escribir, así que iba
apuntando los pasos.
Entonces descubrí la cocina por
obligación y experimentación, tuve que hacer de comer para mis hermanos porque
mis hermanas no sabían hacerlo, fui la quinta de seis hermanos y la más chica
de las mujeres.
Cuando la situación de mi madre fue
insostenible, tuvimos que mudarnos a Oaxaca, ahí estuvimos viviendo en un
terreno prestado, fueron tiempo difíciles entonces me acerqué a mi mamá para
aprender a hacer de comer, cada receta la anotaba para que no olvidará los
ingredientes.
La cocina fue como algo donde olvidaba
mis problemas, a mis hermanas no les gustaba, en cambio yo me sentía bien
haciendo de comer, después el tiempo fue pasando, me aferré a estudiar y mis
obligaciones fueron la escuela y la cocina. En el colegio conocí a Alfonso (su
esposo) quien me conquistó porque me ayudaba con las tareas.
Es bueno que preguntes estas cosas,
porque a veces uno piensa que la gente siempre estuvo en esta situación y no es
cierto, cuando nos casamos Alfonso y yo el primer año nos fuimos a Tuxtepec,
ahí lavaba ajeno, fueron tiempo muy difíciles yo me enfermé hasta que nos
regresamos porque no aguantaba la nostalgia y vivir así, mi madre cuando le
hablaba me preguntaba que si estaba bien, yo le decía que sí, qué más podía
decirle, ella ya tenía suficiente.
Después me ofrecieron trabajo en la
oficina del gobernador por recomendación de la directora, porque fui una de las
alumnas con mejor taquigrafía, me gustaba mucho escribir, era buena. Alfonso me
dijo que que iba hacer allá y yo también como que no quería estar ahí. En ese
tiempo hice gelatinas, vendí avon, toper, mientras Alfonso se iba porque en su
trabajo viajaba mucho y casi no estaba en casa, yo cuidaba a la casa y los
hijos.
Desde antes ya tenía la idea de tener
un negocio, logramos juntar un poco de dinero y rentamos un local en el mercado
y pusimos una carnicería como mis hermanos, eso nos dejó dinero. Pero
finalmente cerramos y las cosas no salieron como pensamos, aun así yo seguía
teniendo el sueño de poner un restaurante.
Finalmente, una comadre nos prestó su
terreno y ahí pudimos montar un restaurante por mutuo acuerdo, entonces me puse
a cocinar, fue un tiempo de mucho trabajo, nuestra situación monetaria mejoró,
toda la familia trabajaba y logramos mandar a los hijos a estudiar.
La comadre nos pidió su local y por
mutuo acuerdo hicimos repartición, ella después siguió con el negocio, yo
sentí que quería algo propio, pasamos meses sin trabajar, comenzamos a buscar
un lugar, pero yo ya no quería pagar renta porque iba a pasar lo mismo y no
quería que fuera trabajo al vacío.
Así un día caminando por el centro
encontramos el lugar donde está ahora el restaurante Los Compadres, lo
rentamos, con muchas condiciones y dificultades, porque ahí en un cuarto, vivía
la mamá de los hijos y la señora no quería que hicieran cambios al local, pero estaba muy muy descuidado. Hicimos
un esfuerzo en recuperarlo poco a poco y después pedimos que lo vendieran, lo cual era un
problema porque el lugar estaba intestado.
Los abogados tardaron meses en lograr
un acuerdo porque de los cinco hijos, dos no querían vender y eso era un
problema, para resolverlo uno de ellos nos pidió nuestro coche, se lo dimos y
la segunda hija finalmente cedió, una vez otorgada la propiedad, pedimos que la
señora no viviera más ahí. Así logramos tener un lugar: pedimos
prestado al banco, sacamos ahorros de todos, fue un tiempo difícil, pero
finalmente lo logramos.
El restaurante Los Compadres era un
sueño hecho realidad, ya tenía un negocio y la libertad económica, fuimos
pioneros en restaurantes campestres en incluir botana, eran mares de personas
las que pasaban por ahí, fueron tiempos abundantes y yo me sentía muy contenta
en la cocina.
La cocina pues ha sido mi vida, nos ha
sostenido, nos ha dado de comer y nos ha hecho crecer como familia, desde chica
para mí fue el lugar donde me sentía bien, por eso me gusta cocinar para
quienes quiero.
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