domingo, 4 de octubre de 2015

Asunción y la comida oaxaqueña


A manera de introducción de este retrato social 

Este retrato social decidí a hacerlo sobre mi suegra, la razón para realizar este trabajo de escritura es que he notado que en Oaxaca el vínculo a través de la comida está mucho más vivo que en la gran urbe. En el caso de mi suegra está muy presente dentro de su núcleo familiar y se práctica religiosamente cada fin de semana o cada quince días.

La boda con Carlos en Oaxaca fue sencilla, organizada con tres meses de anticipación, después de mucho titubear respecto a la decisión de casarnos. Me di cuenta que la boda podía llevarse a cabo y  podía ser sencillo el vestido, el juez del registro civil y la fiesta en general, pero lo que no sería sencillo sería la comida. Eso llevaría tiempo.

En este “tomarse el tiempo por la comida” es donde comienza el interés por intentar comprender como una persona establece vínculos a través de la comida, como la comida puede ser “el acto de cocinar consciente”, también la búsqueda de ingredientes y el estado de éstos es importante. Buscar el ingrediente, recordar la receta, pensar qué platillo puede ser el mejor para tal o cual ocasión.

El trabajo lo dividí en tres partes: Mi estancia en Oaxaca y la relación con la comida de Asunción. La comida de Asunción en contextos especiales y Asunción y la cocina en su vida. Los apartados 1 y 2 los cuento en tercer persona y el tercer apartado lo cuento en primera persona, porque es la parte más íntima del hablante y me parece que merece ser contado así.


Mi estancia en Oaxaca y la relación con la comida de Asunción

Llegué a Oaxaca en el 2012 poco después de casarme, ya para entonces había habitado de diferentes maneras el Estado desde tres años antes, un ir y venir, viajar, conocer, incluso fue el recinto donde assití a más talleres en torno a la escritura.

Asunción, como todas las suegras, me veía con mucha reticencia, me imaginó que esto podría ser común en una mujer cuyo hijo de 38 años se le casa, después de que parecía ser el eterno soltero para siempre de sus tiempos. Un punto en contra fue mi lugar de origen y mis costumbres tan poco convencionales socialmente.

Una vez casados, la dinámica de alguna forma tuvo que cambiar y el rechazo inicial que tuvo hacia mí, me imagino que en un esfuerzo por controlar sus impulsos, finalmente era necesario establecer un lazo de diferente manera, es decir amable.

Los primeros acercamientos familiares con toda la familia de mi esposo es decir, hermanos, cuñadas, sobrinos y sobrinas fue precisamente a través de convocatorias familiares donde todos llegaban a comer.

Los espacios para comer, Asunción los preparaba, ponía el mantel adecuado a la ocasión, los platos de acuerdo. Ella guarda detalles para ocasión: un cumpleaños, navidad, día de muertos, primavera, otoño, invierno, fiestas patrias, candelaria, día de reyes, en fin, es una variedad de decoración la que utiliza durante el año.

Los espacios se construyen con esta decoración desde made in china hasta tapetes bordados y manteles en sintonía,  crea ese espacio de convivencia que se vuelve un ritual. No se comienza de cero, se pone la botana en el centro y   se espera a que todos lleguen a la cita, mientras, chicharrón, queso, aguacate, papas, chapulines, etc. Un copita de mezcal o una cerveza.

La comida comienza cuando ya han llegado todos, más o menos esto tarda una hora, después se abre la comida con sopa aguada, verduras o sopa de guías. Finalmente una ensalada se coloca al centro, si es carne se colocan todos los pedazos de tasajo, chorizo, cecina y a veces la famosa salchicha de Ejutla (lugar de origen de mi suegra) en el centro de la mesa junto con las tortillas y la salsa y se comparten.

A través de este espacio es donde se platican los sucesos, los hermanos se reconocen, los primos juegan, las cuñadas intercambian comentarios, las nietas llegan con sus respectivas parejas y por supuesto que los abuelos se sienten habitados en casa, visitados y queridos.

He aquí todo el círculo que establece mi suegra en una comida habitual y familiar, la preparación y dedicación al menú, para estos momentos, el lugar de las comidas familiares, no es dentro de la casa, es afuera a un costado del jardín en una larga mesa, junto a las jaulas de los pájaros y cerca de la fuente del patio.

Es importante que a través de esta interacción es como la familia se reúne, normalmente coincide con días festivos o de descanso, donde la mayoría puede estar presente. Fuera de estos días, se presenta en situación especiales donde la familia asiste, esto puede ser una boda, un cumpleaños, un bautizo, un aniversario, etc.

Finalmente a través de la asistencia y convivencia a este espacio es como he logrado fortalecer un lazo de cariño con ella y a su vez ella ha establecido es unión con mi hija.

La comida de Asunción en contextos especiales

Cuando nos casamos, planeamos una boda pequeña para unos 150 personas, francamente yo nunca pensé en casarme, nunca pensé en establecer lazos familiares como el matrimonio, por lo que no pensé que invertir en una boda tendría que ser algo lujoso. Sin embargo mi suegra desde el inicio vio la situación de forma muy diferente.

Asunción me demostró con su guiso que todo podía ser sencillo en una boda, menos el menú: mole. Platillo favorito de su hijo, pero curiosamente también mi abuela me lo preparaba y platillo que considera especial para una boda, por algo la gente dice “quiere todo el mole”, es decir, “quiere todo contigo”.

Las personas que asistieron a la boda, quizás no se acuerden de ella como un acto memorable donde hayamos echado la casa por la ventana, porque no lo hicimos (risas), pero sí recuerdan el mole.

Para guisar el mole siguió algunos pasos que a través de este ejercicio me confesó que se deben hacer para que la comida quede bien rica y cocinada. Ella fue a buscar el pollo días antes, tenía que estar fresco y llenito, las pechugas redondas, después me dijo que el mole lo hizo con dos caldos uno de res y otro de pollo que dejo reposando un día antes.

El mero día de la boda preparo el mole, con el caldo de res y el de pollo, dice que dio muchas vueltas al mole en la olla, hasta que ya había quedado como una pasta uniforma y medio espesa. Agregó algunos otros ingredientes como un poco de chocolate y otras especies que no me dijo.

Para ese día también preparó un arroz de hierbabuena, con la hierba fresca y olorosa, que todo mundo recordó por su aroma, también preparó una deliciosa botana oaxaqueña de tacos con carne, chile relleno, salchicha oaxaqueña, quesillo y guacamole.

El mole para ella fue la expresión de cariño a su hijo, así de sencillo y amoroso fue el suceso, dice que le dio más de 50 vueltas a la olla y que en cada vuelta pensaba diferentes cosas.

No me pareció extraño que el vínculo sea de esta manera, ella es una persona que no expresa mucho cariño, busca otras vías para demostrar su afecto. No me extrañó que mi suegra, generara este vínculo emocional a través de la comida y las grandes porciones.

De ser extranjera, entré a un núcleo íntimo en el Estado de Oaxaca, una familia donde existe una conformación por “padre y madre”, ciertamente tradicional, es decir, católica, panista, conservadores de tradiciones, donde la familia siempre será lo primero de lo primero.

Con las comidas de mi suegra comencé a recorrer una serie de platillos tradicionales como coloradito, guías, verde, empanadas de amarillo, mole rojo, mole negro, chilaquiles, pozole, carnitas, gelatinas con fruta natural, pan de sierra y café cosechadito de Pluma Hidalgo.

Las personas oaxaqueñas desde mi perspectiva cultivan el ritual de la comida, las memelas, empanadas por la mañana, sopa de guías por la tarde, con guisado típicamente oaxaqueño o una botana, y por la noche una memela.

La comida se vuelve ese espacio de convivencia, tarde familiar donde se puede platicar, conversar los últimos chistes, cambios en la familia, los nietos juegan y sociabilizan, la comida es abundante.

 Mi suegra procura que la sobremesa sea de más de dos horas y la botana es de una hora antes de la comida, pensaría que estos dos momentos son los indispensables, el inicio para reconocerse y el final para despedirse. Por ahí dicen que las despedidas son largas y esto es un claro ejemplo de un largo hasta luego.  

En este tiempo post comida se cuenta de todo, se toma mezcal. La bebida en este núcleo familiar también es importante, porque se bebe copa de mezcal, café de grano y agua de chía, piña o limón. Limones caídos del árbol de la casa de mi suegra, donde ellos recolectan la cosecha.

El hábito de plantar árboles frutales o de algún tipo de verdura, es una tradición adoptada de mi suegra de su pueblo Ejutla y del pueblo de mi suegro Pluma Hidalgo, por eso su medio hermano cada semana que viene a Oaxaca le trae café fresco de allá y a  mi suegra le gusta cortar plantas o especies de su jardín para cocinar.
  

Asunción y la cocina en su vida


Comencé a cocinar desde los 8 años,  tuve que hacerlo porque mi padre se enfermó de cáncer. Mi madre se iba a Oaxaca a cuidarlo. Me quedaba con mis hermanos y hermanas, dentro de las labores de mi casa me tocaba hacer de cocinar pero yo no sabía hacerlo, algunas cosas las había observado de mi madre.

Mis hermanas aunque eran mayores se rehusaban a hacerlo, algunas cosas en el fuego alto las hacían ellas, así que en este acercamiento poco a poco fui preparando los platillos, entonces para no olvidar cómo se hacían las cosas, yo ya sabía leer y escribir, así que iba apuntando los pasos.

Entonces descubrí la cocina por obligación y experimentación, tuve que hacer de comer para mis hermanos porque mis hermanas no sabían hacerlo, fui la quinta de seis hermanos y la más chica de las mujeres.

Cuando la situación de mi madre fue insostenible, tuvimos que mudarnos a Oaxaca, ahí estuvimos viviendo en un terreno prestado, fueron tiempo difíciles entonces me acerqué a mi mamá para aprender a hacer de comer, cada receta la anotaba para que no olvidará los ingredientes.

La cocina fue como algo donde olvidaba mis problemas, a mis hermanas no les gustaba, en cambio yo me sentía bien haciendo de comer, después el tiempo fue pasando, me aferré a estudiar y mis obligaciones fueron la escuela y la cocina. En el colegio conocí a Alfonso (su esposo) quien me conquistó porque me ayudaba con las tareas.

Es bueno que preguntes estas cosas, porque a veces uno piensa que la gente siempre estuvo en esta situación y no es cierto, cuando nos casamos Alfonso y yo el primer año nos fuimos a Tuxtepec, ahí lavaba ajeno, fueron tiempo muy difíciles yo me enfermé hasta que nos regresamos porque no aguantaba la nostalgia y vivir así, mi madre cuando le hablaba me preguntaba que si estaba bien, yo le decía que sí, qué más podía decirle, ella ya tenía suficiente.

Después me ofrecieron trabajo en la oficina del gobernador por recomendación de la directora, porque fui una de las alumnas con mejor taquigrafía, me gustaba mucho escribir, era buena. Alfonso me dijo que que iba hacer allá y yo también como que no quería estar ahí. En ese tiempo hice gelatinas, vendí avon, toper, mientras Alfonso se iba porque en su trabajo viajaba mucho y casi no estaba en casa, yo cuidaba a la casa y los hijos.

Desde antes ya tenía la idea de tener un negocio, logramos juntar un poco de dinero y rentamos un local en el mercado y pusimos una carnicería como mis hermanos, eso nos dejó dinero. Pero finalmente cerramos y las cosas no salieron como pensamos, aun así yo seguía teniendo el sueño de poner un restaurante.

Finalmente, una comadre nos prestó su terreno y ahí pudimos montar un restaurante por mutuo acuerdo, entonces me puse a cocinar, fue un tiempo de mucho trabajo, nuestra situación monetaria mejoró, toda la familia trabajaba y logramos mandar a los hijos a estudiar.

La comadre nos pidió su local y por mutuo acuerdo hicimos repartición, ella después siguió con el negocio, yo sentí que quería algo propio, pasamos meses sin trabajar, comenzamos a buscar un lugar, pero yo ya no quería pagar renta porque iba a pasar lo mismo y no quería que fuera trabajo al vacío.


Así un día caminando por el centro encontramos el lugar donde está ahora el restaurante Los Compadres, lo rentamos, con muchas condiciones y dificultades, porque ahí en un cuarto, vivía la mamá de los hijos y la señora no quería que hicieran cambios al local, pero estaba muy muy descuidado. Hicimos un esfuerzo en recuperarlo poco a poco y después pedimos que lo vendieran, lo cual era un problema porque el lugar estaba intestado.

Los abogados tardaron meses en lograr un acuerdo porque de los cinco hijos, dos no querían vender y eso era un problema, para resolverlo uno de ellos nos pidió nuestro coche, se lo dimos y la segunda hija finalmente cedió, una vez otorgada la propiedad, pedimos que la señora no viviera más ahí. Así logramos tener un lugar: pedimos prestado al banco, sacamos ahorros de todos, fue un tiempo difícil, pero finalmente lo logramos.

El restaurante Los Compadres era un sueño hecho realidad, ya tenía un negocio y la libertad económica, fuimos pioneros en restaurantes campestres en incluir botana, eran mares de personas las que pasaban por ahí, fueron tiempos abundantes y yo me sentía muy contenta en la cocina.


La cocina pues ha sido mi vida, nos ha sostenido, nos ha dado de comer y nos ha hecho crecer como familia, desde chica para mí fue el lugar donde me sentía bien, por eso me gusta cocinar para quienes quiero.


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